Lleno y triunfo de Rigoletto en Motril

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Placeres como el vivido en la noche del viernes en el Centro de Desarrollo Turístico de Motril , se dan pocos. Algunos parece que cada veinte años.

Si, volvió la opera, y con ella la pasión de los aficionados y amantes de este genero que despertaron de un gran letargo, para presenciar un espectáculo sin igual.

La noche era aciaga y comenzó con lluvia y frío, aunque esto no importó a las más de cuatrocientas personas que llenaron el anfiteatro del CDT que presumían que la velada se volvería inolvidable.

Desde las primeras notas, el publico se entregó con respeto a la emocionante historia de la maldición de Rigoletto, protagonizado por el italiano Paolo Ruggiero. Sin duda un barítono de gran experiencia y profesionalidad, con una voz tersa, dramática y con grandes agudos que le hizo recorrer todas las estaciones por las que pasa el protagonista. Su voz llego hasta el final, e incluso fue creciendo hasta su último ‘addio’.

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Por su parte el murciano David Baños hizo las delicias, con su timbre atenorado en el duque de Mantua. Una voz con buen esmalte y que colocó perfectamente en los momentos mas complicados de su repertorio. Tan solo y por poner un pero se notó algo cansado en la parte final, aunque supo darle gran vigorosidad a los dos arias importantes de el último acto, como la «Donna e mobile» y el «Bella figlia del¨amore».

Mientras tanto todos se derritieron con la fragilidad de voz de la soprano Pauline Rouillard (ganadora del 1er premio del concurso internacional de ópera XIV de Ruggero Leoncavallo), que levantó al publico en aplausos en su «Caro Nome» y en otro duetos donde bordó con precisión y ternura a Gilda, hija de Rigoletto.

Los demás personajes importantes como Monterone o Sparafucile, supieron acompañar igualmente con dos grandes voces, que no desentonaban en absoluto con la grandeza de los protagonistas. También el coro estuvo a la altura.

La presentación escénica fue sencilla pero eficaz, y la dirección musical de Martin Mázik fue sobresaliente, con un gran control de entradas, una energía soberbia y gran complicidad con sus actores, a los cuales dirigía muy de cerca.

Una noche esplendida, en un salón que si bien no está a la altura de la ciudad de Motril para este tipo de espectáculos, la compañía 2001 supo salvar con gran profesionalidad y el público aceptó ante el gran placer de disfrutar por fin de una hermosa ópera.

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